Eras insensata.
¡Qué lejos ya!
Moriste, un dedo ante tu boca,
En un noble movimiento,
Para poner punto a la efusión;
En el frío sol de un verde límite.
Eras tan bella que nadie advirtió tu muerte.
Más tarde, era de noche, echaste a andar conmigo.
Desnudez sin recelo,
Senos corroídos por tu corazón.
A sus anchas en este mundo que ocurre,
Un hombre que te había estrechado en sus brazos,
Se sentó a la mesa.
Está bien, no existes.
(Le Nu perdu, 1971.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios son responabilidad de sus autores. Este blog no se responsabiliza por el uso indebido de los comentarios.